Era la primera vez en los dieciocho
años transcurridos desde el fallecimiento de Víctor en el que la rosa roja, cuidadosamente
depositada cada 31 de Octubre sobre su tumba, no estaba.
Sus dos hijos dejaron los crisantemos y
sustituyeron el centro de flores artificiales del año anterior por el que
habían comprado ayer en la tienda de los chinos del último pueblo grande por el que habían pasado en su viaje hasta
Hortigüelos.
No
hubo más expresiones que el intercambio de miradas y la simultánea encogida de
hombros entre la sorpresa y la
interrogación.
Al pobre Víctor se lo llevo un
cáncer, de los ahora curables, con cincuenta y siete años recién cumplidos,
dejando a Isabel y a Claudio ya colocados y a Amelia sumida en una soledad y
abandono nunca superados.
Cuando salieron del cementerio,
fueron los tres, haciendo, el habitual
recorrido de cada año; al llegar a casa de Saturnino, el vecino octogenario
solterón, hundido en la miseria del
alcohol, se encontraron la puerta cerrada, enseguida les informó su vecina
Rosaura por la ventana : -“Satur está ingresado en el hospital provincial desde
mediados de Octubre”.
Regresaron a la ciudad al caer la
tarde.
Satur falleció el once de Noviembre
.
Cuando
los vecinos entraron en su casa, en un discreto rincón del corral vieron un
rosal en el que comenzaban a helarse doce
rosas rojas.
Muy bueno
ResponderEliminarEsta muy bien tu blog,ahora a llenarlo!!!
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