viernes, 18 de diciembre de 2015

Relato de Noviembre



Era la primera vez en los dieciocho años transcurridos desde el fallecimiento de Víctor  en el que la rosa roja, cuidadosamente depositada cada 31 de Octubre sobre su tumba, no estaba. 
             Sus dos hijos dejaron los crisantemos y sustituyeron el centro de flores artificiales del año anterior por el que habían comprado ayer en la tienda de los chinos del último pueblo grande  por el que habían pasado en su viaje hasta Hortigüelos.
            No hubo más expresiones que el intercambio de miradas y la simultánea encogida de hombros  entre la sorpresa y la interrogación.
            Hortigüelos no sobrepasaba los treinta y cinco habitantes en los meses más rigurosos del invierno. Todos se conocían y echaban una mano al que ocasionalmente la necesitaba y para todos era un misterio larvadamente morboso, al que se habían acostumbrado, la repetida rosa roja de cada año.
Al pobre Víctor se lo llevo un cáncer, de los ahora curables, con cincuenta y siete años recién cumplidos, dejando a Isabel y a Claudio ya colocados y a Amelia sumida en una soledad y abandono nunca superados.
Cuando salieron del cementerio, fueron los tres, haciendo,  el habitual recorrido de cada año; al llegar a casa de Saturnino, el vecino octogenario solterón, hundido  en la miseria del alcohol, se encontraron la puerta cerrada, enseguida les informó su vecina Rosaura por la ventana : -“Satur está ingresado en el hospital provincial desde mediados de Octubre”.
Regresaron a la ciudad al caer la tarde.
Satur falleció el once de Noviembre .
Cuando los vecinos entraron en su casa, en un discreto rincón del corral vieron un rosal en el que comenzaban a helarse  doce rosas rojas.           
      

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